viernes, 13 de enero de 2012

Criticarcamonio

Lo prometido es deuda. Volvemos a escribir a una fantástica ilustración de Antonio Lorente. Su dibujo se llama Criticarcamonio. En cuanto lo hemos visto, sabíamos que tenía toda la pinta de que se llevaría un poema bajo el brazo. Hablar sobre los cotilleos y sus demonios... ¿Quién podría resistirse? Es viernes y hay que brindar con risa.

Citamos al propio autor:
 "Aquí dejo una de mis últimas ilustraciones, Criticarcamonio. Mitad criticón, mitad demonio. ¿A quién no le gusta de vez en cuando un cotilleo? Eso si... sin hacer daño a nadie. :)"
Un millón de gracias para Antonio, por su talento y su ilustración, y porque nos ha hecho reír. Pero esto es un secreto entre tú y yo. No quiero ser yo quien propague estos rumores. ¿Verdad, María Teresa? (Esta parte hay que leerla con las gafas entre los dientes y con la voz tomada, sino, pierde mucho.)

  

No te lo vas a creer
y no soy yo quien te lo ha dicho
pero el otro día
me dijeron que el lenguado de la esquina
estaba con las aletas puestas
sobre la espina de la merluza del tercero.
El besugo de enfrente le comentó
al crustáceo de la tienda de ultramarinos
que su prima la trucha de río
le habían contado a sus ojitos plateados
cómo respiraban por las mismas branquias.

Pues no te lo creerás
y no seré quien te lo confirme
pero el otro día
a mí me juraron
que el lenguado,
el muy deslenguado,
presumía en la cantina
por la plaza conquistada.
¿Dónde vamos a parar
si cada cual pesca
en acuario ajeno? ¡Qué océano éste!

Hay que ver cómo nada el patio,
pues cuando te cuente que la ostra
se abría de par en par
cada vez que podía
y que el valor de sus perlas
estaba muy encima de las nubes.
Cómo está el océano, ay,
que el pulpo y sus ocho patas
acarician por doquier
siempre a una distinta,
fíjate tú, siete días, ocho posibilidades.

Y luego que si la gente habla.
Me ha confesado el mero
que le contó la dorada
que le había dado en secreto el falso abadejo
lo que sabía del atún
que le dijo la caballa
que aquello que hizo el jurel
no era ni la mitad de grave
que lo que contó a todos la palometa blanca.
Fíjate tú... Menos mal que a ti a mí 
no nos interesan estas cosas. Menos mal...

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