sábado, 12 de noviembre de 2011

Te odio

Compartimos en este sábado de música tranquila, de regateo implacable y constante con los niños por la hora de acostarse, si tarde como defienden ellos, si temprano como imploramos los mayores. Un sábado de discusiones sobre quien debe quitar la mesa o debe recoger los platos, o a quien le toca elegir la película de la siesta. De este sábado surge este superviviente poema huérfano, que ha sobrevivido a sus hermanos mayores, muertos y despedazados en un rincón de la mesa de trabajo.


Una magnífica aunque sombría ilustración tiene la culpa de que ese extraño poema que compartimos hoy sea un tanto agridulce. La ilustración la firma un dibujante chileno bastante prolífico, residente en Santiago de Chile. Se llama Adrián Atenza, y está extraída de su blog Filodopio. Desde aquí nuestro agradecimiento. Sospechamos que volveremos a traerle aquí si a él le parece bien, claro está. También queremos compartir esta interesante reflexión sobre el dibujo que realiza Adrián, pero que creemos que es muy aplicable a la escritura o incluso a misma la lectura:


"Ocupa la linea como tú quieras ocuparla, entonces por dónde empiezo, no sé, tal vez se parte desde el comienzo. Entonces ¿cuándo es el comienzo? No sé, pero un dibujo termina cuando tú lo decides, entonces empieza de la misma forma, al final tómalo como un hecho creativo, un acto de creación y la expresión por si sola es creación, el movimiento es creación, la duda es creación. (...)  ¿Qué es lo importante en el dibujo? Primero que exista, sino existe no es un acto de creación, no es un verbo, no es creación, pero no es necesario que sea permanente, puede ser efímero, da lo mismo, hace el dibujo porque es la evidencia de que algo existe (...)."

El poema está inspirado en una de sus ilustraciones, concretamente la que se titula "Mano suicida", la cual os regalamos a continuación.



Te odio como te quiero,
te necesito
como te desprecio.

Trabajan mis manos para ti.
Blasfeman de dolor
mis dedos inertes.
De ellos se ahorcan
los adjetivos imperfectos
que no te arañan
lo suficiente,
se suicidan
los pequeños poetas 
que una vez creí ser.

Si furtivamente
me sugieres que te quiero,
el tipo duro
que me sostiene
lo negará,
como el infame villano
que es.

Rehuyo de ti
casi tanto como me acerco
a tu intimidad desnuda.


Te admiro 
como te temo,
oh lector.

No hay comentarios:

Publicar un comentario